Primero me invitaron a Uruapan un 16 de septiembre para vender comida y luego también un Domingo de ramos, cuando vino Gloria López Morales, que trabajaba en la UNESCO. Ahí vieron cómo estaba mi puesto, cómo era el proceso de la cocina. Me empezaron a buscar, pero nadie me conocía, nadie sabía quién era Juana Bravo porque en el pueblo las mujeres no salen porque es mal visto. Buscaron y un día el delegado de Uruapan dijo que buscaban a una señora y se encontraron a mi hermano, quien dijo que a lo mejor era yo porque dijo ‘a veces oigo que sale’. Llegaron a mi casa, me dijeron que querían que fuera a México, pero no podía porque iba a ir a vender al evento “Tápame con tu rebozo” en el Zócalo.